Enrique Medina
Speaker Big Conference, Motivador e inspirador, Escritor del libro Las verdades del alma,
realizador del monólogo con el mismo nombre, Conferencista y Locutor venezolano
El sublime deseo de sentirse importante para alguien, de ser parte de una historia con colores y tonos chocolate en forma de coronas de felicidad, es una red sin escapatoria, pues nuestra naturaleza romántica, idílica y hasta quimérica nos envuelve para darnos una dimensión de tiempo y espacio en este, muchas veces incongruente, disparatado, bizarro e irónico planeta habitado por infinitas personalidades tapizadas de maneras tiernas, soñadoras ambiguas, sosegadas, maquiavélicas y a veces moribundas, que paradójicamente son la esencia del diario vivir.
Estos seres diversos, se muestran al mundo fisgones tras la sombra de antifaces que no permiten descubrir los verdaderos rostros de quienes en una etapa de sus alargadas y melancólicas vidorrias decidieron abrir el corazón, si es allí donde se generan los sentimientos y desarrollan los lazos frágiles de quienes sin entender razones, resolvieron sumergirse en la pasión de considerarse amados, pensados, necesitados, protegidos, dando rienda suelta a lo desconocido sin miedos, penas, ni vergüenzas; solo cundidos del arequipe del morbo, paladeado al lado de quien nos abren sus entrañas para conocer lo mas recóndito y oscuro de su existir, de sus aromas, recelos, secretos y frustraciones.
Un día sin pensarlo, desearlo o pedirlo obsesivamente, él, aparece con su encanto, matices, delirios, deseos, ambiciones y contrariedades, atándonos a un carrusel de emociones distintas, iguales, ligeramente dulces y yuxtapuestas con betas amargas que hacen de este invitado un personaje difícil de controlar, llenando de nuevas sensaciones nuestro entorno, regalándonos segundos maravillosos, escoltados por discordias sin sentido capaces de generar emociones mortales en ocasiones. Ahora, ¿qué hace a este invitado furtivo tan interesante y difícil de rechazar? Solo nos queda tomar entre el barullo de opiniones el concepto mas parecido que defina lo que sentimos, sabiendo que siempre su nombre será amor, amor que deslumbra y confunde, alegra y entristece, amor que florece o marchita sin previa cita, sin explicaciones convincentes que vislumbren su razón de ser, su jurisdicción y potestad, simplemente dejando escurrir sobre nosotros su magnetismo, magia y marca. Lo cierto, siempre habrá un momento donde sus dotes y carismas comienzan a difuminarse trayendo consigo desilusión, tristeza, dolor y tantas cosas que embalsaman a uno de los sentimientos mas longevos.
Su duración depende no solo de dotes amatorios o manuales perfectos, puramente proviene de la aceptación, de mirarlo con ojos de bondad y perdón constante, de saber que somos compañeros de camino, de estar claros que el amor de pareja es un verdadero manojo de defectos que aprendemos a amar con todas sus recompensas, espinas y matices grisáceos algunas veces, de ser confidentes leales de una amistad pura llena de opiniones diferentes y controversiales, chismosos empedernidos de secretos a viva voz conocidos, en fin, aceptarnos tal cual somos desnudos de corazas, estereotipos o estilos de vida fugaces y falsos. Aceptarnos sin miedo, al tiempo y al que dirán, adaptándonos y acomodándonos sin asfixias, haciendo de cada segundo compartido y disfrutado un compromiso sin rivalidad, es decir, un eslabón mas en nuestra cadena de amor y felicidad.