…Hay un Cristo de dolor que mira al cielo y suplica por la humanidad y desde el cielo vienen lágrimas como si fueran gotas del invierno. Fuegos con llamas infinitas; mientras nosotros infieles, aún no hemos entendido el mensaje de amor del hombre de Galilea. Han tantos siglos y el hombre continúa en la cruz. Con su esperanza de hacer de las vidas un mundo nuevo. En el clamor de los árboles, en la aligerada existencia de la tierra y el tiempo ocultado en las semillas de corazones, los que han venido de tantas heredades, desde aquella torre de Babel descrita en el libro judío o del triángulo de las Antillas socavando el vuelo de una mariposa en el mar de China. Un día de aquellos años viajeros, logré llegar a Matera en los cruces de italia y en esa ciudad tan vieja aprendí de Marcos evangelista apuntando las verdades de San Pedro, cuando de la cruz invertida de abría la orden de los mensajes del cielo.
Como de cada Viernes Santo saber del perdón de los pecados y de las huellas de existencias demostrando el aroma de los misterios que habitan en cada presencia del viaje astral para lograr reencarnar desde el templo descrito y sabio de Salomón. Volvi y las arenas de los desiertos se abrían para vomitar aguas mientras muy lejana; una estrella anunciaba el regreso de los Ángeles enseñandonos el misterio de las tablas de Moisés y llevarnos algún dia a la tierra prometida. Entre los espacios cuánticos y la poderosa geometría del universo… De los mensajes de Abraham hasta los códigos esotéricos de Nazca. De hablar entre los sonidos del cefiro y saber escuchar muy ahora los mensajes del mar, para volver en el alma de los poetas y poder sentir «La Citara» de Bonohorquez coantándole a María La Magdalena . Mientras de cada siglo de los tiempos saber de la zarza ardiendo en el mensaje de Dios. Fue de encontrar aún las lágrimas de una mujer dolorosa, sintiendo a los hijos de los hijos de la tierra…
Viernes Santo para hacer oración. Y en contemplación adorar los puntos exactos de las estrellas..