En la feria del libro de Caracas, que abrió sus puertas el 31 de octubre, periodistas e intelectuales comentan la alarma lanzada por El Nuevo Herald y difundida por la prensa internacional, según la cual, basándose en “fuentes bien informadas”, Estados Unidos estaría a punto de atacar “puertos e instalaciones militares venezolanas” bajo el signo de la llamada lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, bastaba con leer la referencia opuesta de dos periódicos internacionales para darse cuenta de la completa contradicción de la noticia. Por un lado, el diario de Miami en español, por el otro El País, de España, que anunciaba en cambio: Trump desmiente que quiera atacar Venezuela.
Especial colaboración/ Por Geraldina Colotti, InfoRéplica+ 3 de noviembre de 2025.
Y, de hecho, desde las primeras horas del día, se podía leer el comentario en redes sociales del secretario de estado Marco Rubio, principal constructor de la agresión en curso en el Caribe y el Pacífico, contra Venezuela y Colombia: “Tus ‘fuentes’ te engañaron para escribir una historia falsa”, le decía Rubio a El Nuevo Herald. Anna Kelly, Vicesecretaria de Prensa de la Casa Blanca, rechazaba a su vez el informe de The Miami Herald, periódico en inglés editado también por la Miami Herald Media Company e igualmente dirigido a la comunidad de la Gran Miami, de fuerte influencia en América Latina y el Caribe: “Las fuentes anónimas no saben de qué están hablando”, dijo Kelly, añadiendo que cualquier anuncio oficial sobre la política en Venezuela vendría directamente del presidente.
Ciertamente, nadie en Venezuela subestima el envío de la flota militar estadounidense (incluido un submarino nuclear), de más de 10.000 soldados y de aviones de ataque, desplegados en las aguas del Caribe frente a Venezuela, y también en el Pacífico Oriental. En estos días, Estados Unidos también ha enviado el portaaviones USS Gerald R. Ford, el primer y más avanzado portaaviones de propulsión nuclear de su clase. Fue comisionado en 2017.
Sus antecedentes hablan por sí solos: después de completar las pruebas, operó principalmente en el Océano Atlántico Norte y en el Mar Mediterráneo/Oriente Medio (por ejemplo, fue desplegado en el Mediterráneo oriental tras la acción de Hamás del 7 de octubre de 2023). Su primer envío al Caribe, junto con su Carrier Strike Group, representa un claro aumento de la presión militar y diplomática por parte de Estados Unidos en la región de América Latina. Y ahora los marines están llevando a cabo ejercicios de desembarco en Puerto Rico.
Ningún país progresista del continente puede permitirse subestimar los asesinatos de pescadores en el Pacífico y los ataques directos al presidente colombiano Gustavo Petro, sancionado junto con su familia, y “castigado” con la no certificación de “buena conducta antidroga” emitida por Estados Unidos.
Los ataques contra el presidente brasileño Lula, y los artículos “orientados” que está lanzando la prensa de extrema derecha en Venezuela sobre la presunta actividad de los “carteles brasileños” en las zonas amazónicas y fluviales que conectan Venezuela con Brasil, están tratando de anticipar posibles operaciones terrestres o encubiertas organizadas por la CIA.
Trump ya ha anunciado que ha autorizado dichas operaciones dentro de Venezuela. El gobierno bolivariano, por su parte, ha arrestado a otro grupo de mercenarios, cuyos teléfonos celulares revelaron un plan para atacar un buque militar de Trinidad y Tobago, donde el gobierno de ese país está llevando a cabo operaciones conjuntas con el Comando Sur, y culpar a Caracas para justificar una invasión armada.
Mientras tanto, se ha difundido la noticia de un sustancial intento de corrupción por parte de Estados Unidos, rechazado por el piloto de un helicóptero encargado del transporte del presidente Maduro, que podría haber accedido a la “recompensa” de 50 millones de dólares puesta sobre su cabeza por Trump. El despliegue militar de Estados Unidos en el Mar Caribe, con buques misilísticos, destructores y aviones de guerra, fue denunciado por el Ministro de Defensa Vladimir Padrino López como un “asedio criminal del imperialismo norteamericano”.
El Ministro de Relaciones Exteriores Yván Gil ha enmarcado la crisis como una amenaza que va más allá de las fronteras venezolanas, advirtiendo que un eventual ataque provocaría las consecuencias más trágicas en toda la región (Colombia, Brasil, Guyana, Trinidad y Tobago). Por ello, el llamado a la unidad lanzado durante el Encuentro de Parlamentarios del Gran Caribe por la Paz, en el marco de la Internacional Antifascista, puso el acento en la defensa de los pueblos caribeños y de su derecho a ser libres de las tutelas neocoloniales de la administración estadounidense, promotora de una nueva “Doctrina Monroe” para el continente.
Una actuación cada vez más desmentida por las declaraciones de las Naciones Unidas. El Secretario General António Guterres ha confirmado que los ataques militares estadounidenses contra embarcaciones en el Mar Caribe contravienen el derecho internacional. Aún más clara ha sido la condena del Alto Comisionado Volker Türk, que ha calificado los asaltos letales (los muertos ya superan los 60) como «ejecuciones extrajudiciales», exigiendo el cese inmediato de las hostilidades.
Los movimientos populares caribeños y las fuerzas progresistas se han distanciado de gobiernos como el de Trinidad y Tobago, cuya primera ministra, por haber apoyado explícitamente la invasión de Venezuela, ha sido declarada “persona non grata” por el gobierno bolivariano. Los parlamentarios de 14 países del Gran Caribe han suscrito un acuerdo para la preservación de la paz, que ha rechazado la doctrina de la “paz armada” y ha reiterado que “el Caribe no es el patio trasero de Estados Unidos” (palabras de la Vicepresidenta de la Asamblea Nacional cubana, Ana María Mari Machado).
El presidente del parlamento venezolano, Jorge Rodríguez, por su parte, ha denunciado cómo la narrativa del «narcoestado» es utilizada para criminalizar el territorio y justificar la invasión, en abierta violación del derecho internacional y del Derecho de Atención de las personas en el mar. Son más de 60 las personas asesinadas, sin nombre y sin pruebas, y sin posibilidad de defenderse de eventuales acusaciones en un tribunal.
También están en alerta las diplomacias internacionales, en sus diferentes elecciones de campo. El Canciller Gil ha agradecido a Rusia por su “apoyo inquebrantable” a la soberanía venezolana, que consolida una alianza estratégica, como importante contrapeso geopolítico. A esto se suma la propuesta del Presidente chino Xi Jinping a la APEC, donde exhortó a la defensa del multilateralismo y la globalización inclusiva, en claro contraste con las políticas proteccionistas y unilaterales de Washington.
Mientras tanto, también se mueve la diplomacia popular, activada por todos los sujetos organizados que hacen vida política en Venezuela: empezando por la clase obrera que está preparando un nuevo congreso constituyente. Ayer, el diputado y sindicalista, Francisco Torrealba, presidió una reunión nacional e internacional de la Comisión especial para la diplomacia obrera, en la que también participó el ministro del Trabajo, Eduardo Piñate.
Un encuentro en la perspectiva de coordinar, en todo el mundo, las Brigadas de solidaridad en defensa del socialismo bolivariano bajo ataque. Y, desde Italia, el periódico en línea Futura società ha lanzado un llamamiento internacional en cuatro idiomas, que está recibiendo muchísimas adhesiones.
Incluso en Estados Unidos, no solo está la voz de las organizaciones populares, que se expresan a favor de Venezuela, o la del progresista Bernie Sanders, que ha solicitado explícitamente al Congreso estadounidense detener la “guerra ilegal” en curso por parte de Trump. Los legisladores demócratas como Sara Jacobs y Jason Crow han denunciado la ilegalidad de las operaciones y la falta de estrategia contra el flujo de droga, que muestra “las grietas” en el relato oficial y revela los peligros para la propia democracia estadounidense. Como ha advertido el Senador Mark Warner, la actuación de la Administración Trump es “corrosiva” y “peligrosa para la seguridad nacional”.
Por otro lado, los stop and go de anuncios y retractaciones, de dimisiones y “retiros” de altos cargos decisionales de la misma administración Trump, indican el pulso existente en su interior en la interpretación que se le debe dar a la “nueva doctrina Monroe”: tanto entre los representantes del complejo militar-industrial como en los círculos de negocios de más alto nivel. Los superhalcones de Miami “pasan factura” con Rubio, y buscan crear el casus belli o algún hecho consumado.
A remolque, la extrema derecha venezolana, siempre con el bolsillo en crisis de abstinencia, tiene mucha ganas de otras operaciones mercenarias como las confesadas en directo, y ahora confirmadas en los tribunales estadounidenses, por Jordan Goudreau.
El personaje ha mostrado el original del lucrativo contrato, firmado con el entonces “autoproclamado”, Juan Guaidó (socio de la “premio Nobel de la Paz”, María Corina Machado) para llevar a cabo la Operación Gedeón en 2020. Un plan mercenario para eliminar a todo el cuadro dirigente bolivariano, empezando por el presidente Maduro, con algún “daño colateral” incluido, decidido con las agencias gubernamentales estadounidenses como la CIA y el FBI. Un contrato, dice ahora Goudreau, no respetado hasta el final para sabotear deliberadamente la Operación Gedeón y dañar al Presidente Donald Trump, impidiéndole una victoria en Sudamérica…
Que el imperialismo norteamericano socave abiertamente la legalidad incluso en su propio centro, pasando por encima de todas las normas internacionales, como se ve con el genocidio en Palestina, como se vio con los actos de piratería internacional y ahora con esta nueva aventura militar, es opinión compartida por todos los analistas marxistas latinoamericanos.
Igualmente compartida es la opinión de que esto ocurrió y ocurre no en virtud de imperativos morales que guiarían cruzadas, de vez en cuando para la defensa de los derechos de las mujeres, para la “democracia” o para “la lucha contra la droga”, sino para apropiarse de los formidables recursos poseídos por los países agredidos.
Y así también es común la mirada sobre la propaganda de guerra y sobre las formas modernas en que se expresa en tiempos de inteligencia artificial, que hacen difícil, incluso a los periodistas bienintencionados, distinguir la realidad de la ficción en los videos y en las imágenes difundidas. En la Feria del Libro de Caracas han discutido analistas nacionales e internacionales, muchos de los cuales actúan dentro de la Universidad Internacional de la Comunicación (Lauicom), dirigida por la rectora Tania Díaz, autora de varios trabajos sobre la “guerra cognitiva”.
Una estrategia que, entre alarmas, amenazas, demonización del enemigo y sabotajes reales, manipula las emociones, apunta a confundir y a paralizar las reacciones: de tal manera que, cuando la agresión ocurre, el “público” manipulado da un suspiro de alivio por haberse liberado finalmente del “narcotraficante dictador”, emblema de todos los males…
La Venezuela bolivariana responde en tres frentes principales: a nivel legal, apelando a los artículos de la constitución que prevén la revocación de la nacionalidad para quienes, como Leopoldo López y Yon Goicochea, hayan solicitado públicamente a fuerzas extranjeras una invasión de su propio país.
A nivel de defensa integral, acompañando la acción de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) con la Milicia Bolivariana, activada en todo el territorio, y sobre todo en las regiones fronterizas, donde las acciones desestabilizadoras se sirven de la gran criminalidad: en este marco se llevó a cabo la Operación “Roraima 2025”, que condujo a la destrucción de un campamento minero ilegal en el Estado Bolívar.
El tercer frente es transversal y completo, y se refiere al fortalecimiento de todos los proyectos que, desde lo económico, a lo político, de lo social a lo militar al campo del “internacionalismo proletario”, confluyen en el plan de las “7 Transformaciones” para construir el estado comunal, socialista y humanista: que tiene como uno de sus ejes centrales el ecosocialismo. Propuestas que, en nombre de los pueblos que se han reunido en un congreso internacional en defensa de la Madre Tierra, el ministro del Ecosocialismo, Ricardo Molina, llevará a la Cop 30, que se está preparando en Brasil.
Pero contra la invasión armada por parte de potencias extranjeras, también se levanta la voz de la derecha moderada, que hace vida en el parlamento y que se considera “patriótica”. “Los venezolanos tienen el patriotismo en el alma, porque son herederos de Simón Bolívar”, dice el director de cine venezolano Rubén Hernández, que está realizando una película sobre su casi homónimo “santo de los pobres”, José Gregorio Hernández. Cuando las potencias extranjeras bombardearon Puerto Cabello e intentaron invadir el país, en tiempos de Cipriano Castro, también el médico recién santificado por el Vaticano, de hecho, quiso alistarse para defender la patria.
“José Gregorio, a diferencia mía, no hacía política – dice ahora Rubén – pero consideró que ese era su deber de patriota. También yo, que nunca he sido hombre de arma, desde que escuché las declaraciones de Trump, sé cuál será mi deber. Y así me han dicho otras personas, que no tienen mis mismas ideas, pero se sienten hijos del gr

